"Así, considero que la medicina no necesita postulados vacíos, como ocurre con los temas oscuros y problemáticos, respecto a los cuales, quen trata de aprehenderlos por completo se ve forzado a recurrir a un postulado, como, por ejemplo, cuando se trata acerca de las cosas de los cielos o de las que se hallan debajo de la tierra; pues si alguien fuera a revelar o describir la naturaleza de estas cosas, no resultaría claro ni al mismo que habla ni a su auditorio si lo que ha dicho es o no verdadero, dado que no existe ningún criterio de referencia para lograr un cabal conocimiento"
Hipócrates
Freud confiaba en que "en el sueño y en la neurosis reencontramos al niño, con las propiedades de sus modos de pensar y de su vida afectiva" así como en que "también hallamos al salvaje, primitivo, tal como él se nos muestra a la luz de la arqueología y de la etnología". Pero ¿no es cierto también que encontramos incluso al hombre normal?
Veamos lo siguiente: en el totemismo se creía que los miembros de la tribu no corrían peligro frenta al animal de cual creían descender. Ante esta situación, el hecho de que un animal de esos ataque, por ejemplo, a un miembro de ella, podría llevar a descartar dicha regla del pensar. Sin embargo, según parece, su respuesta era diferente: consideraban al desdichado como un ser ilegítimo, no como un perteneciente real al clan. Se conservaba la regla, rectificando su aplicación en el caso en cuestión, expulsando de la tribu a quien podría tomarse como quien refutaba la regla.
Como dijimos en un post anterior, lo mismo ocurre en el caso de la psicofamacología. Con respecto al marxismo, por ejemplo, también podría sostenerse algo similar: que el valor sea la materialización de la fuerza de trabjo empleada utilmente es un axioma que conduce a una situación similar. De hecho, es dable el someterse al mismo e intentar interpretar los hechos a partir de él, pero del mismo modo era dable para los totemistas creer en su descendencia del totem. Dos aspectos de la teoría de Marx facilitan esto: la definición de trabajo útil, que prácticamente limita el trabajo a aquello que se acomoda a su noción a priorística; la separación respecto de la noción de precio de la de valor. Ambas cosas permiten reinterpretar los hechos de manera tal que en lugar de refutar la regla se considere el caso de modo diferente, acomodándose a ella. En realidad, parece más sensato desprenderse se este concepto (el valor) dado que lo único que hay son compras (o ventas) aisladas a un precio determinado, y tanto la unidad sincrónica del precio a lo largo de todos los intercambios semejantes es inexistente (pues no todas las cosas iguales se venden en un mismo momento a un mismo precio) y además no se puede pronosticar la evolución del mismo más que con un importante margen de error.
Cabe indicar aquí que la teoría económica contra la cual piensa Marx recibío, por su parte, un crítica análoga por parte de Keynes, quien creía que se basaba asimismo en ciertos postulados elementales que se hacían prevalecer a los hechos y a la experiencia; estos eran: "que el salario real es igual a la desutilidad marginal del volumen de empleo existente, que no existe el denominado paro involuntario en sentido estricto, y que la oferta crea su propia demanda en el sentido de que el precio de la demanda global es igual al precio de oferta global para cualquier nivel de produción y de empleo" (Cf. Teoría general del empleo, el interés y el dinero). Por lo demás, también a la teoría de Keynes se le criticó esto mismo -por ejemplo Milton Friedman- atribuyéndole que se basaba en la suposición de que el gasto en consumo dependía cabalmente y de forma estable, de la renta presente, etc. etc.
Pareciera que nadie está libre de cometer tal falacia, salvo en las intenciones. Ahora bien ¿qué es lo que hace que la misma tan resistente a los empeños de superarla?
En primer lugar, parecería que una cierta porción de ella resulta inevitable para toda proposición que pretenda referirse al mundo de los hechos, ya que para hacerlo se hace uso de algún lenguaje, y entre los hechos y el lenguaje hay una diferencia de naturaleza, la cual es precisamente la que introduce este problema. Sin perjuicio de ello, cabe notar otro aspecto, y es que resulta frecuente que dichas críticas (como las citadas) se dan en contextos de controversias entre escuelas en el interior de las cuales parece más importante refutar a la teoría contraria que fundamentar la propia, circunstancia que favorecería la generación de este tipo de supuestos.
Volviendo al supuesto del principio, aquél de los primitivos que creían descender de un animal y recordemos que se trataba de un signo distintivo del cual los salvajes se vanagloriaban. Sin duda es evidente que esto es algo que lejos de restringirse al pensamiento primitivo está expandido por los más diversos ámbitos en la cultura actual. Pero este ejemplo muestra que la competencia es parte de lo que está en juego en el contexto de postular cierto tipo de principios, siendo a veces la emulación lo que determina la necesidad de los mismos para sus postulantes más que cualquier otra cosa. Este es algo que en el ejemplo de los economistas es bien claro, puesto que se trata de teorías contrapuestas y que después de todo compiten (o competían) entre ellas.
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