Conforme a lo aseverado por Kant en el Prólogo a la segunda edición de su Crítica de la Razón Pura, la metafísica -verbo al que tal vez, debemos reconocerlo, hoy en día se está habituado en menor medida- es capaz de abarcar, al menos en su certera crítica, el cabal terreno de los conocimientos que entran en su campo, y esto en una obra consumada tal "que no puede ser nunca acrecentada". Completitud que no puede menos que poner en aprietos a quienes el testigo de su legado tengan el guardar por encargo, pues no quedaría para ellos lugar otro que el de la subsunción a la égida de un nombre, por más célebre que sea. Además del problema, especulativo o no, de si es que se da la dependencia de dicha integridad respecto de la procrastinación de parte de los conservadores de su heredad en cuanto a edificar según principios remozados, o bien de una enérgica acción, acaso surgida de un tesoro tan magnánimo como el de la obra de su crítica, quizá capaz de ejercer una fuerza como sólo parece posible a un motor que en su sí mismo no ha de verificar el movimiento si es que hay alguno.
En cuanto a la lógica, ocupa ella un lugar distinto en su edificio crítico de la razón especulativa, tanto de la metafísica como el resto de las ciencias, pues sólo se trata en ella la forma del pensar en general, no pudiendo por tanto ocuparse en objeto alguno. Pero es ella la que le dá¹ el ejemplo de integridad y exhaustividad. Es cierto que se han levantado reparos ante una noción de una ciencia considerada cabal y eso en un estadío suyo que hoy sólo calificaríamos de antiguo, y que dió con su diseño en el sistema de Aristóteles. Pero ¿cómo juzgar un criterio que tuvo su lugar en un mundo donde Frege todavía no había sentado las bases de aquéllos estudios que tanto influyeron en los lógicos que lo siguieron, comenzando por Russell? Es fácil, diríase, sentenciar al respecto llevando encima el siglo XX.
Lo cual nos conduce a la fundamental distinción de los juicios entre analíticos y sintéticos, y lo que de ella se sigue en cuanto a determinación de los distintos campos de las disciplinas científicas, pues ¿debemos ver en Frege a alguien que por reintroducir una porción de la verdad lógica entre los juicios analíticos abandona por ello la recta senda de la crítica aventurándose por ello nuevamente a un retorno al viejo dogmatismo? Pero es claro que para Kant la crítica se opone al dogmatismo no al proceder dogmático². ¿Y cómo estimar entonces el juicio que prologa la crítica, donde se afirma que «nicht eine einzige metaphysische Aufgabe sein müsse, die hier nicht aufgelöst, oder zu deren Auflösung nicht wenigstens der Schlüssel dargereicht worden»³? ¿Es que acaso el vínculo entre el conjunto de Crítica de la Razón Pura y aquellos problemas que todavía no se habían (o, aún, hayan) suscitado y para los cuales en ella espera su clave guarda proporción alguna con el del sujeto con el predicado en los juicios analíticos? ¿O lo es acaso como el que se verifica en los sintéticos? No ha de creerse que a una cuestión así se la pueda tener por marginal. Es como aquella del carácter sintético de aquellos juicios de la matemática que por obtenerse en virtud del principio de contradicción se los tuvo por analíticos, pero cuya sinteticidad -en el decir kantiano⁴- no era en sí contradictoria pues no le parece que sólo sea analítico el juicio que se obtiene merced tal principio sino que uno que no, lo puede ser del mismo modo, siempre que otro más se encuentre entre las premisas.
Lo que algunos querrían pensar que pueda ser la clave misma para que -v.g. aquellos que se han detenido en pasajes aislados contraponiendo unos con otros sin alcanzar ninguna consideración de conjunto- se dé entendimiento al juicio citado, siendo que es usual en los sistemas deductivos el contar con reglas para inferir de determinadas proposiciones compuestas, como puede serlo, por poner algún ejemplo, la disyunción de proposiciones de un mismo valor veritativo, en una caso negado, en el otro no, afectada por el signo de la negación, el conjunto cabal de todas aquellas cuya construcción sea conforma a lo que establece el lenguaje. Pero sea como fuera, es patente que ésta última noción no dice nada respecto de la analiticidad o no de las inferencias de la lógica y, en particular, aquellas que son propias del período de su estrecha vinculación con la matemática.
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Nota:
1. [A XIV]
2.[B XXXV]
3. [A XIII]
4. [B 14] Cf. también Frege (1884) § 88.
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