En
la lógica proposicional, a la que se refieren algunos de los posts
recientes de este blog, las letras tienen una interpretación tal que
pueden ser tomadas como señalando lo verdadero o lo falso −al
menos respecto de algo que sea, también verdadero o falso− pero a
ninguna otra cosa. Semejante estado de cosas puede a muchos parecer
algo insatisfactorio. Además, podrían plantearse cierta clase de
inconvenientes. ¿Qué decir de lo uno o lo otro si, conformando
ellos mismos las posibles interpretaciones que podemos dar a nuestras
fórmulas, están siempre por ello presupuestos? Decir: la verdad es
todo aquello cuya única interpretación posible es lo verdadero
incluso respecto de lo que no lo es; es decir, lo que por más que
sus partes se interpreten como denotando lo falso, en cualquier caso
el conjunto lo hará a lo verdadero ¿no resulta acaso una
proposición extremadamente vacía? Pero ¿quién dudaría de su
verdad? El problema es que las verdades de la lógica proposicional
tienen todas una forma similar. Ellas presuponen lo verdadero siempre
como un valor posible de sus partes, y luego llegar a la verdad en
fórmulas de otro tipo como el hecho de que ellas siempre arrojen
como valor ese mismo que ya era
posible. Por algo, la verdad lógica es la tautología, cuya
etimología, ταυτολογία,
es
«decir lo
mismo».
El
lenguaje de esta lógica tiene dos clases de signos: las letras y las
conectivas. Una letra es, al menos según cierto punto de vista, algo
que sirve para designar una cierta entidad que llamamos proposición
o enunciado. Podemos pensar que existen enunciados concretos y que,
como tales, deben ser ya sea verdaderos, ya sea falsos, y ponerle
nombres. En ese caso E₁,
(por poner un ejemplo) sería uno de ellos. Según una idea arraigada
en nuestra cultura, todos los enunciados se agrupan en dos clases
mutuamente excluyentes: los verdaderos y los falsos.
A
la lógica proposicional sólo le importa eso, y las letras p,
q,
etc., en tanto variables serán interpretadas como lo verdadero o lo
falso, dependiendo el caso, así como de E₁
sólo
importará que es verdadero (lo cual es el caso, al menos siempre que
no sea falso). Dándole a los elementos del conjunto de lo verdadero
y lo falso el nombre de valores veritativos, truth
value (en
inglés) podemos decir que el tipo de las entidades referidas por las
constantes E₁,
E₂,
etc., y las variables p,
q,
etc. son siempre elementos de ese conjunto, difiriendo en que E₁
designa unívocamente a una
proposición (y por ende también unívocamente a un
valor
veritativo) y p
lo
hace pero sin definir a cual. Podemos decir entonces que son éstas
expresiones
del tipo t.
En
cuanto a las conectivas, la situación es diferente. Consideremos la
más simple, la conectiva unaria usualmente representada por ¬ o por
~ (análogamente podría procederse respecto de la doble negación,
que es otra conectiva unaria). ¿Señala también un enunciado o es
de otro tipo que el anteriormente mencionado? Evidentemente, no
podemos interpretarla de la misma manera que a las letras. No
pertenece al tipo t.
Es una expresión que aplicada
a otra expresión −ésta sí de tipo t−
da lugar a otra expresión, ésta última de tipo t.
Es decir, es una función que mapea elementos t
sobre elementos t.
Las
conectivas binarias son también funciones pero, nuevamente, de otro
tipo. Ellas asignan a cada letra una expresión del tipo anterior,
es decir, una expresión que aplicada a una letra da como resultado
otra que es de tipo t
y que, por tanto, podemos interpretar como verdadera o falsa. Con
conectivas de mayor número de variables se procede de modo similar.
Pero
ocurre que estas interpretaciones pueden resultar a muchos un tanto
insuficientes. Sobre todo si tenemos en cuenta que la experiencia más
simple nos coloca frente a símbolos cuya interpretación no
pertenece ni al conjunto de valores de verdad ni al de las funciones
de valores de verdad sobre valores de verdad, ni a las funciones de
valores de verdad sobre funciones de valores de verdad, etc.
No.
Sabemos, en efecto, que Sócrates era un mortal, y esto, tomado como
tal, es símbolo de los verdadero, si se quiere. Pero ¿si pensamos
en las partes de éste símbolo? ¿Qué clase de expresión es
“Sócrates”? ¿Y “mortal”?
Es
bien sabido que la lógica ha desarrollado, luego de lo que se supone
habitualmente son miles de años de estancamiento, en el siglo XIX,
un lenguaje, una escritura (llamado primero Begriffschrift)
que traduce simbolos como esos. Se llaman, respectivamente, constante
de individuo y constante de predicado.
Ya
vimos, en otro post, que las solas funciones ¬ y ∧ basta para
todas las interpretaciones que admite una semántica como la
presentada aquí en primer término. Por ejemplo, para definir la que
arroja el valor 0 para argumentos ordenados tales que el primero es 1
y el otro no, y el valor 1 para el resto; siendo f_(p)
= ¬p y f.(p,q)
=
p
∧ q,
luego basta con escribir:
f_(f.(p,f.(q)))
Ya
sabemos como interpretar eso: es una función que, aplicada a p
da lugar a otra función que, aplicada a q
da lugar, finalmente, a una expresión de tipo t.
Basándonos
en esto, pues, podemos considerar α, β y γ como expresiones
diferentes; α como una de tipo t,
β
como una del tipo tal que, aplicado a una del tipo t
da lugar a otra de tipo t
y
γ como una del tipo que aplicado a una expresión del tipo como el
de β (es
decir, que aplicado a t
devuelve otra de tipo t)
da lugar a una del tipo t¹.
Entonces esa fórmula puede también escribirse de esta manera:
γ(β(α))
Y
con las fórmulas de mayor número de variables proposicionales
podemos proceder de modo similar. De todas formas, habíamos
mencionado expresiones como Sócrates y mortal; y es algo evidente
que ellos, o mejor dicho, aquello que nos permitiría interpretarlos,
no tienen cabida en el ser de Parménides (y tampoco en su no ser).
Necesitamos entonces de lo que solemos llamar un mundo, incluso un
universo. Se dirá que el ser del filósofo de Elea es un concepto de
mundo. Muy bien, pero no puede resultar satisfactorio desde este
punto de vista, ni tampoco al de cualquier hablante habitual. Este
nuevo mundo está compuesto de elementos: todos los individuos son
parte de él. Veremos cómo podrían interpretarse, en base a ese
mundo, los signos en cuestión, pero sin entrar, al menos por el
momento, en los problemas a que la razón pura puede desembocar en
torno a una justificación de este concepto de lo indivisible, como
señaláramos en otro post siguiendo el comentario de
Kant.
Entones,
dados los individuos, las constantes de individuo se interpretan,
cada una, como referida a un único elemento indivisible del mundo.
No necesitamos, cosa que sí ocurre en el lenguaje conversacional, de
más de un nombre para cada uno de ellos. (En realidad, según vimos antes,
es posible prescindir de esta noción de 'nombre lógico', pero no
insistiremos en ello por el momento). Estas constantes, por denotar
tales entidades elementales,
son expresiones
de tipo e. También lo son, lógicamente, las variables de individuo.
¿Qué
decir de la mortalidad? Pues que ella es, según la presente
interpretación, una función que mapea para cada elemento de D,
nuestro dominio de individuos, un valor del conjunto {0,1}, donde se
incluyen nuestras interpretaciones relativas al ser y al no ser de
Parménides: f
: D → {0,1}. Todas estas expresiones que, aplicadas a otras de tipo
e
conforman una de tipo t
(que suelen llamarse predicados de primer orden) forman parte del
conjunto de todas las funciones f : D → {0,1}, que equivale al
conjunto potencia POT(D)².
Existen
otras expresiones que una teoría de los tipos permitiría construir
y que no una lógica de predicados de primer orden (como los
predicados de segundo orden o superior) o una de segundo orden (como
determinados adjetivos y adverbios). Pero dada la extensión de este
post, lo dejaremos para otra oportunidad.
_________
1.
Por si resulta más claro, digamos que si el tipo 〈a,b〉 es el
de una expresión que aplicada a una de tipo a conforma una de tipo
b, luego: α ∊ t, β ∊ 〈t,t〉 y γ ∊ 〈t,〈t,t 〉〉
2.
Una expresión así es de la forma 〈e,t〉.
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